viernes, 17 de febrero de 2012

CORDEROS

Cuando pasábamos al lado del abuelo, si estaba desocupado y tenía la fusta a mano, nos daba un chirlo y nos decía que nos pegaba con anticipación, por si después nos mandábamos alguna cagada.
Si nos portábamos bien nos dejaba darle la leche a los corderos guachos. La mamadera era una botella de vino 3/4 con un pico hecho de cuero. El abuelo criaba los corderos cerca de la casa, casi en el patio. A veces vendía alguno, pero casi siempre los comíamos para algún festejo, o para Navidad. La gente venía a pedirle chivos, pero él no quería criarlos porque gritan como unos condenados cuando los carnean. Parece que van adivinando la intención de uno. Te vas acercando y ya empiezan a gritar. En cambio los corderos, no hacen problema.
La primera vez que un novio fue a casa, el abuelo asó un cordero en el horno de barro. A mí me dió un poco de vergüenza, como si festejara que alguien me hubiese dado bola. Igual, cuando yo le había contado que tenía novio, se rió y me dijo:
-No sabés limpiarte el culo y querés tener novio...
Como a m{i me gustaba ir a la ciudad a dar vueltas, él me decía que perdía el tiempo si esperaba encontrar novio por ahí, porque me iba a terminar casando con un gringo que me iba a llevar a vivir a un tambo.

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